Una de las excusas más utilizadas a la hora de plantearse hacer dieta es el famoso efecto rebote: aquel que alude al mecanismo por el cual, al dejarla, recuperaremos el peso perdido e incluso ganaremos un poco más extra

“El cuerpo se ha acostumbrado a estar bajo mínimos y, al recibir nuevamente un aluvión de alimentos, empieza a acumular para cuando haya nuevamente escasez y lo almacena en forma de grasa (energía) entre los tejidos.

Esto lo sigue haciendo durante un buen tiempo como prevención, ya que el organismo está programado para auto-protegerse. Por lo tanto la persona va acumulando los kilos perdidos pero en peores condiciones, ya que el peso que eliminó no fue de grasa, sino de músculo, que es precisamente lo que acelera el metabolismo: de ahí que incremente de peso de nuevo”.

«podemos ganar más peso del que teníamos antes porque en ocasiones se retoman los hábitos incorrectos del principio, e incluso con más ansiedad, por lo que se consumen más calorías, gasas y azúcares». De ahí que el factor psicológico juegue un papel primordial en el llamado efecto rebote.

“No existen las dietas milagro. Hay que llevar a cabo una dieta pautada por un profesional en la que no haya una reducción drástica de las calorías y las proteínas, porque de lo contrario llegaría esa disminución del metabolismo basal produciendo la pérdida de masa muscular. Por cada fase de pérdida de peso no hay que reducir más de 300-500 calorías diarias”

En cuanto al mantenimiento hay que tener en cuenta que no es otra dieta, sino una mejora en la forma de comer. Significa que “nos alimentaremos de manera más sana y en las cantidades que necesitemos para nuestra edad, condición física y situación laboral”

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